El corazón mirando al sur
Por Eduardo Giorlandini
Sintió el sur, de la ciudad y el barrio, y a instancia de NACER, Asociación de Ayuda al Prematuro, llegó esta segunda vez, hoy, después de tanto tiempo -como en la letra de tango- y cantó y habló. Cantó con la voz perfumada a yuyo de suburbio, como en Malena, uno de sus temas, en nuestro Teatro Municipal. Vibró –a sala plena, con aplausos sostenidos, luces y sonidos óptimos-, el alma que canta, y restalló sones y ecos, que acariciaron los oídos bahienses, abiertos como abanicos, también ante el chiste, el humor –a veces con sabor a mate- y los alegatos con ¨compromiso social¨, nada embretados en las letras (interpretadas con maestría y contenidos vigorosamente estéticos).
Es decir, textos y comentarios orales distantes de las imágenes de la letrística, el paisaje o las metáforas propias de la versería de nuestra canción urbana; una cosa es la querella, otra es la razón, y, en el tango, hay caramelos surtidos: el tango es serio, cachafaz, triste, festivo y un etcétera largo; hecho social y literario en una circunstancia histórico-cultural.
No estuvo ausente la imitación y la muestra de letras interpretadas por las grandes cantantes de la historia tanguista, con sentido espiritual que –arrugando el bandoneón del tiempo- acercó el tango al hecho extravagante y a la infrahistoria de sus personajes, a la misoginia, el machismo y la inferiorización de la mujer, de modo presuntivo. Empero, interpretó, entre tangos, el paratango-vals Chiquilín de Bachín, donde el personaje es un pibe, aunque hay una mujer escondida en la letra que presuntamente es callejera y taquea de sur a norte como en los versos de Cadícamo (¨y a su madre mira, / yira que te yira, / pero no la quiere ver...¨).
Más, un repertorio selecto, con reminiscencias, con querencias de tiempos de percal (¿emblema de virginidad o de pobreza?) y de organitos (aquellos de los patronímicos tangueros, Rinaldi-Roncallo, del peringundín y de la calle, con el ¨concierto de vidrios rotos¨); se deslizaron sedosamente, dramática o sentimentalmente, según los temas, Melodía de arrabal, El último café, Sueño de barrilete, Sur, Caserón de tejas, El trompo azul, María, Naranjo en flor, con expresos homenajes a Cátulo Castillo, Homero Expósito y Homero Manzi, y otros temas, milonga incluida, con una declaración de amor al ritmo-milonga.
Son innumerables los vocablos de la nomenclatura y los rasgos propios del canto que la señora Susana Rinaldi conserva y enriquece, con tecnicismos, experiencia y madurez de cantante y actriz, ofreciendo su talento y sus dones, inherentes a una personalidad vigorosa que se resiste a la rutina en aras de la estética; particularmente, su voz honda y caudalosa, llegadora, y su timbre grave y afinado. Como en los versos: ¨es un beso prolongao / que te da mi corazón¨.
Debemos enlazar a lo dicho: clase, estilo, deslizamientos de mariposa lenta, optimización gestual, simpatía y empatía, conocimiento del ethos de la cuna del gotán, que no excluyó la canyenguería musical o de la mímica y el meneo corporal, en un recital / espectáculo de reconocida excelencia.
Juan Carlos Cuacci, arreglador y director, la acompañó muchos años en actuaciones y grabaciones. También aquí, esta vez, formando dueto estupendo, con Juan Esteban Cuacci, guitarra y piano, respectivamente, sin estridencias ni churriguerismo, acariciando la voz y rubricando introducciones, silencios y finales de frases, como hoy día le hubiera seguido gustando a Gardel, por respeto a quien canta el tango como es, no más.
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