viernes, 25 de marzo de 2016

EDUARDO

Por Evedith Adal Hosni

Jesús, a través del Evangelio, dijo: “perdurarás por tus obras” y es, sin dudas, una sentencia que nos obliga a pensar. Todos, sin excepción, tenemos la posibilidad de que nos conozcan y recuerden grata y respetuosamente si nuestras obras fueron buenas, cumpliéndose de este modo la justicia divina.
Claro: en general sucede que cuando hacemos cosas buenas es para nuestra satisfacción o para nuestras urgencias o las de los más cercanos; también, para superarnos en lo económico o en lo social. En esta carrera a veces alocada nos súper-abastecemos, nos malcriamos y malcriamos a otros coartando la posibilidad de promoverse por sus propios medios.
Paralelamente, en este quehacer absorbente, van quedando otras obras (las que refiere el Evangelio) que perdurarán cuando ya no estemos: son las obras del amor, de la generosidad del corazón, aquellas en las que se deja el alma limpia y fraternalmente, que motivan a creer que la vida merece ser vivida, a eludir el materialismo que entorpece, a mirar al otro de igual a igual, lejos de a mediocridad, el desgaste inútil, la insatisfacción, el hastío.
Eduardo Giorlandini, quien había entendido el mensaje evangélico, vivió prodigándose sencillamente a través de sus fecundos talentos, enseñando a sus alumnos en todos los niveles educativos, hablando al pueblo que disfrutaba de ese “idioma popular argentino”, de su vida de simple caminante, escribiendo poesías, canciones o trascendentes obras literarias o científicas, estudiando siempre para crecer en su entrega a los demás.
Su vida simple, digna, prolija, también fue parte de “esas cosas” que lo identificaron y hoy, que partió, hacen que lo reconozcamos como un hombre ejemplar; el árbol bueno cuya siembra fructifica en frutos buenos.

Publicado en Revista VEME, Año 11. Número 82, Marzo 2016


lunes, 25 de enero de 2016

"Eduardo Giorlandini, el culto de la sencillez y la dignidad", La Nueva (24 de enero de 2016)

24/01/2016 01:01 A 15 días de su partida, Evedith Hosni evoca al "hombre del lunfardo", cuya mayor fortuna fueron sus libros, los que comenzó a regalar ni bien conoció la magnitud de su enfermedad. Ricardo Aure / haure@lanueva.com

Eduardo Giorlandini y Evedith Adal Hosni
Compañera de la última parte de la vida de Eduardo Giorlandini, Evedith Adal Hosni dice que podría recordarlo desde la dignidad, desde la cultura, también desde la comprensión o la educación, pero lo hace desde lo que en este símbolo bahiense fue una constante, un valor irreductible e inexorable: la sencillez.
“La sencillez y la bondad, virtudes que parecieran desdibujarse cuando la persona alcanza algún nivel intelectual, social o ninguno, en un medio cada vez más desafiante, competitivo, que obliga a la defensa o a la huida, son los dones más sublimes a los que se debe aspirar. Eduardo Giorlandini fue un claro ejemplo de ello, exterior e interiormente, pública y privadamente”, considera Evedith, docente, investigadora, especialista en historia, cultura e idioma árabe.
También afirma que dichas condiciones lo motivaban al disfrute de las cosas simples que rodeaban su vida y que cuidaba meticulosamente como reales tesoros. “Ni las fantasías, ni las superficialidades distraían sus pensamientos o deseos. Su mayor fortuna fueron sus libros; su enorme biblioteca que desde tiempo atrás, al conocer el grave diagnóstico de su enfermedad, fue cediendo en enorme cantidad. Puedo afirmar que en cada libro entregado iba algo de su enorme corazón”.
Modesto en el trato con los demás, caminante incansable hasta que sus fuerzas lo permitieron; hombre que disfrutó de la amistad de sus amigos, colegas, correligionarios y de los circunstanciales pasajeros de la calle, especialmente de aquellos que lo reconocían y acompañaban un trecho, como ese humilde anónimo que lo tomaba del brazo y caminaba junto a él.
Casi todos lo saludaban con simpatía.

--¿Usted es el hombre del lunfardo?

Y como era la pregunta más habitual, Eduardo respondía con una resignada sonrisa:

--Sí, soy el hombre del lunfardo.

Lo saludaban desde los vehículos, desde la vereda de enfrente... Todos le deseaban salud y suerte, como aquel que desde su bicicleta le gritó:

--¡"Tordo”, no aflojés..!

Con frecuencia, el “tordo” se emocionaba hasta las lágrimas.

“Debo confesar que quienes más lo atrapaban eran sus alumnos de todos los niveles: una multitud. Como maestro, constituían su más íntimo orgullo. Y ellos, con distintos gestos y palabras le expresaban su cariño: “Un abrazo, doctor”, “Chau, profe”, “Adiós, maestro”...”, agrega sin ocultar su emoción.
Evedith enfatiza que la sencillez lo hacía irresistible y que, sin proponérselo, lo engrandecía, lo iluminaba, lo agigantaba.
“Era algo magnético que calaba aun en los más indiferentes, y se convertía en un padre, amigo, maestro. Así vivió en su casa y fuera de ella. Su sencillez lo inducía a comprender y comprendernos a todos: a sus hijos, en los que siempre confió; a sus nietos, con los que jugando recuperó su niñez, y a mí, quien lo elegí todos los días y de cuya sabia sencillez aprendí lo que atesoro en mi equipaje”.

martes, 12 de enero de 2016

Adiós al Dr. Eduardo Giorlandini

Dr. Giorlandini en Homenaje a J. C. Cobián
La madrugada del 09 de enero, abandonó físicamente este mundo el Dr. Eduardo Giorlandini, abogado que dedicó su carrera en la materia a la defensa de los derechos de los trabajadores; académico correspondiente de la Academia Porteña del Lunfardo con numerosos libros en su haber; afiliado al partido radical y biógrafo de Ricardo Balbín; tanguero, poeta, amante de la investigación, uno de los autores de la única biografía de Carlos Di Sarli... y sobre todo, un hombre íntegro, de sinceros sentimientos y palabra, generoso, dueño de una simpatía entradora y de un saber inestimable. 
Fue autor de unos 46 libros. En 2009, el Concejo lo declaró personalidad destacada por su “prolífera trayectoria como periodista, escritor, pensador, político y conocedor de las costumbres populares del país”.
Fue docente e investigador durante más de 4 décadas y transitó todos los niveles del sistema educativo formando a más de 26.000 estudiantes.
José Valle, E. Giorlandini y Gaby, reconocimiento a la
trayectoria Esquina Homero Manzi, Bs As.
En su cátedra de Derecho del Trabajo y la Seguridad Social, dictada en la Universidad Nacional del Sur, Giorlandini se mostró como un defensor de los derechos de los trabajadores, inculcando en el alumnado una visión humanitaria y social, señalando los abusos perpetrados por el sistema social y económico contra los sectores más vulnerables de la sociedad.
Dentro del ámbito de la UNS fue director del Centro de Estudios y del grupo multidisciplinario de investigación sobre trabajo humano, así como del seminario en los departamentos de Ciencia de la Administración y de Derecho.
También se desempeñó como docente en la Universidad Tecnológica Nacional.
En 1966 fue incorporado como miembro académico en la Academia porteña del Lunfardo y como investigador adjunto en el Instituto de Filología Experimental.
Publicó trabajos de su autoría en las ciudades de Quito, Méjico, Ginebra, California y Porto Alegre, por citar algunas.
J. Valle, Evedith A. Hosni (esposa), E. Giorlandini y Gaby
Realizó tareas de investigación en la Universidad de Palermo en Sicilia, Italia y fue becario en Alemania.
En 1995, la asamblea de estudiantes en el departamento de Ciencias de la Administración de la UNS fue elegido como mejor profesor, junto a otros 2 colegas.
Recibió numerosos premios y distinciones por sus trabajos, sus libros y otros 300 escritos, en forma de ensayos, comunicaciones académicas, papeletas, notas de cátedra, monografías y artículos científicos y periodísticos.
Entre muchos poemas de Eduardo que se transformaron en canciones figura "Aguja Brava" en colaboración, nada menos, que con Edmundo Rivero. En el libro "Una Luz de Almacén", el cantor cuenta la historia del tango que comparte con el Dr. Giorlandini, de quien fue, además, íntimo amigo. Al respecto Giorlandini dijo alguna vez:

Si bien colaboré con el libro, junto a otros amigos y por lo cual el cantor nos agradeció en el final de la obra, no tuve oportunidad de contarle con detalles como escribí la letra. El personaje existió. La historia me la contaron. Yo la reflejé tal como la escuché, con alguna variante. En un café un día el amigo que me empujó a escribirla me dijo: “¿Ves ese tipo que está en esa mesa, de camisa blanca y pantalón oscuro?. Es “Aguja Brava”.
Yo le puse, o intenté ponerle humor al asunto. Hasta creí que era una historia de mala vida. Pero el periodista Miguel Ángel Cavallo expresó que era una historia de amor, en cierto ambiente y con un lenguaje lunfa de cripta.
El tango se estrenó en Caño 14. Desde ese momento Rivero debía cantarlo todas las noche. Y al igual que “Línea 9” antes de cantarlo lo explicaba. Eran los dos únicos temas que explicaba y que el público pedía insistentemente. Así continuó años después en “El Viejo Almacén”.
Se hicieron varias grabaciones y se incluyó en el álbum “En Lunfardo”.

Palabras de un amigo 
(Nota de archivo, editada en "El silencio que mastica el Pucho", En un feca, Buenos Aires 2014)
Por José Valle
Giorlandini junto a J. Valle

Nació en la ciudad de Bahía Blanca (provincia de Buenos Aires) y, si bien es un hombre de letras, es además abogado, profesor universitario, conferencista y miembro de la Academia Porteña del Lunfardo.
Su afición por el tango y el lenguaje lunfardo lo convierten en uno de los especialistas más reconocidos en la materia y, en particular, en el análisis y crítica de las letras del género y sus metáforas.
Escribió muchos libros con temas referidos a su profesión, con especial atención al derecho del trabajo, a la educación laboral, a la economía y leyes del trabajo, al Mercosur, a la empresa cooperativa, entre otros.
Asimismo es muy interesante su obra sobre historia y política, por ejemplo: "El Frontón", "El pensamiento fundamental de Ricardo Lavalle", "Movimiento de Reforma Universitaria de 1918", "Perfil del Desarrollo Argentino", "Ricardo Balbín, el Radicalismo y la República" y "Luis León, el Movimiento de Afirmación Yrigoyenista y la Unión Cívica Radical".
Giorlandini junto a Amelia Gómez de Di Sarli y Gaby
Pero en esta semblanza queremos rescatar su calidad de ensayista e investigador del tango y el lunfardo y, en ese sentido, destacamos algunos de sus libros: "Runfla lunfarda", "Los bondis", "Por la huella del lunfardo", "Gotanfalun", "Tango y folklore", "Aquellos troesmas del tango", "Tango y humor" y "Letras de tango y cronología de las raíces tangueras".
Como autor de tango, su página cumbre es, sin duda alguna, el tango “Aguja brava”, con música de Edmundo Rivero quien la grabó en 1967, con guitarras.
Otros temas suyos son: “La pucha que lo tiró”, “Por seguidor y compadre”, “La niña morena”, “Por una esperanza”, “Villa Mitre”, “Amigo son tus soles”, “Hermano sur”, “Navidad”, “Gorrión”, “Broncha debute” y “Me queda el tango”. También, es autor de la milonga “Numerero”, registrada por el conjunto La Puñalada con la voz de Germán Arens.
En su labor como periodista escribió más de trescientos artículos, en los que abordó asuntos científicos, elaboró ensayos y crónicas diversas. También es autor de canciones populares y columnista de diversos programas radiales de Bahía Blanca y de emisoras nacionales.
Giorlandini y Ricardo Margo, 1° Festival Nacional de Tango
Carlos Di Sarli de Bahía Blanca
Un párrafo aparte merece su vocación docente. Giorlandini es, fundamentalmente, el maestro que siempre llevará al alumno hasta el extremo, colocando su mente en conflicto, para así templarla, igual que el martillo lo hace con la espada contra el yunque del herrero. Sentirá todos los dolores: los propios y los de su discípulo, y estará presente de tantas formas como sea necesario para hacer que su alumno avance.
No cualquiera es un maestro. El verdadero maestro puede aliviar las cargas y enseñarnos, sobretodo, como ser libres. Y, llegado el momento, cuando el alumno madure, es posible que lo abandone —hasta físicamente—, para dejarlo partir y vivir su propia vida.
Don Eduardo camina diariamente por Bahía Blanca, su lugar en el mundo y dondequiera que detiene al azar su camino se le acoge con respeto y alegría.
Carlos Benítez y Francisco Cabeza en charla sobre Carlos
Gardel, Café Miravalles, junto al Dr. Giorlandini
Es un ser querido y honorable, un tipazo. Uno de esos caballeros de antaño, de los que ya no encontramos, afable, formal, culto, con gran sentido del humor y un porte plagado de elegancia y señorío. Se muestra con una humildad extraordinaria y siempre dispuesto con el mejor gesto.
Es de esos hombres que cualquier persona se sentiría honrada de ser su amigo. Yo tengo el privilegio de serlo y, como ya el lector se habrá dado cuenta, lo admiro con toda mi razón y mi corazón.