Por Eduardo Giorlandini
Una noticia derivada de agencia (Montevideo, AFP-NA),
publicada por “La Nueva Provincia” el 7 de abril de 2012, pág. 30, informa que
el ministro de Defensa uruguayo, Eleuterio Fernández Huidobro, ex líder
guerrillero, calificó a Jesucristo de “gil”: “… y que lo que se le pasó
predicando fue perdonar (sic)”.
Tal expresión, que no se compadece con la libertad
de expresión porque afecta la dignidad de casi toda la humanidad, motivó una
generalizada desaprobación, por lo cual Fernández Huidobro trató de aclarar, carta
mediante al diario “La República”, que la palabra utilizada en los tangos
denota siempre un homenaje a la honestidad y a la bondad. Agregó que en la jerga de los delincuentes “gil” es
el vecino honesto y trabajador. Además, que en varias letras de tango no tiene
una connotación de “malo, malvado o estúpido”.
Eleuterio Fernández Huidobro |
Con toda la objetividad posible y según la riqueza
inmensa de letras, vocabularios, diccionarios y, en especial, lunfardos, lo
dicho por el ministro uruguayo no armoniza con la verdad; es una invención, una
interpretación muy equivocada, de otro modo, porque el significado que todos,
uruguayos y argentinos, informa otra semántica: Gil es tonto. Alrededor de
esto hay muchas derivaciones y acepciones idiomáticas. Es posible que alguna
vez se use el vocablo en un sentido afectivo, entre amigos, o cuando hay mucha
confianza, o entre familiares, como, por ejemplo, cuando se le dice a alguien
que está dando, concientemente o no, más de lo que corresponde razonablemente.
Más es evidente que, en el contexto de la leyenda
personal de Fernández Huidobro y de lo que expresó, es un desvarío o tiene mal
registrado un dato muy antiguo, del siglo XV, cuando “gil” era el individuo de
un bando de la comarca cántabra de Trasmiera, según el Diccionario de la
Lengua Española, de la Real Academia Española. Martín Alonso, cuya obra
idiomática es conocida en gran parte del mundo, aclara que ese bando era de la
montaña de Santander y sus miembros eran llamados “Giles”, adversarios de los “Negretes”.
Y nada más, tan sólo esto, tan acotado, tan distante, tan distinto a lo
conocido y repetido hasta el cansancio: que gil
significa tonto. Así es, como hecho
literario, científico y social, en el habla popular del Río de la Plata.
Seguramente, el ministro se ha expresado de la peor
manera a pesar de que en Uruguay tienen una gran obra, el Diccionario del
boliche, de Juan Carlos Guarnieri, que registra que gil quiere decir tonto.
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