Por Eduardo Giorlandini
Lo primero que pensé, tratándose de Armando Lacava fue ¿Cómo comenzar a expresarme sobre él? Dicho de otro modo: ¿Cómo evocarlo?
Antes de una suerte de ficha técnica, es la fotografía que tengo a la vista, con su dedicatoria: “Para el amigo Eduardo Giorlandini, con todo mi afecto. Armando Lacava”. Ahí está el Maestro; con su vestimenta de antes, formal: traje, camisa y corbata; sus lentes, de cuatro décadas atrás; nada en sus manos, sobre el teclado del piano; mira hacia un costado, buena y reflexivamente, como pensando en el tango que interpretaba como solista.
La misma imagen que ilustraba sobre su elegancia, la verdadera elegancia de que escribió Azorín, cuyo signo principal es la sencillez, que es la que tradicionalmente exigieron los tangueros. Y, al dorso de la tarjeta postal, lo impreso: “Armando Lacava, nuestro astro del tango, y Ester Lucía, en una de sus mejores creaciones: Donde estás cariño, tango de Riel, R. Yiso y G. Sánchez… Los grandes éxitos de la Canción Popular son publicados por la Editorial Julio Korn S.R.L.”
Es la misma figura que yo recuerdo en “El Rincón de José Canet”, en Callao, casi Corrientes, donde también actuaban Mister Chassman y Chirolita. Yo estaba en la barra y Julián Centeya, que en ese mismo lugar era otro protagonista, le hizo creer a Mister Chassman –seudónimo de Ricardo Gamero- que yo era hermano gemelo de Armando Lacava. Así que Chirolita, luego de su clásico inicio, ya que comenzaba con la pregunta, sobre las rodillas de su creador: “¿Qué hacés negro?”, le preguntó también: “¿Lo viste al hermano gemelo de Lacava?”.
Pero Armando Lacava, según el acta de nacimiento, de acuerdo a la declaración que hace en ella su padre Roque, nació el 12 de diciembre de 1915, en la calle Fitz Roy 333, de la ciudad de Bahía Blanca, siendo su madre Emilia Migues. Era casi veinte años mayor que yo. Yo nací también en la calle Fitz Roy, a dos cuadras de la casa de la familia Lacava. Mi relación con Armando comenzó en 1964; nos encontramos en La Plata, después en Radio Belgrano. Pero la historia artística de él comenzó mucho antes. Murió el 08 de abril de 1988; en su ciudad natal tiene numerosos familiares, que lo recuerdan con mucho cariño; en familia era “El Negrito”. Estaba casado con Esther Rosales, cantante. Su nombre real, de familia era Ester Denovoski. Ella informó sobre la muerte, en el Hospital, de su esposo Armando Lacava, y en el mismo nosocomio se enteró la mujer de Roberto Grela, quien lo comunicó a SADAIC.
De los recuerdos personales, que documentados son pocos, tengo una carta de Graciela Lacava, donde me habla del tío “Negrito”, es decir, Armando, y me envía algunas noticias. Guardo en mi archivo algunas curiosidades, como fotografías: una es del tiempo en que Ángel Vargas, “El Ruiseñor de las Calles Porteñas”, cantaba con la famosa orquesta típica que dirigía desde el piano Armando Lacava y la publicidad informaba “los brillantes éxitos de su repertorio”, como Oración rante, A Villoldo, Dejame vivir mi vida, Si es mujer ponele Rosa, Milonga Sentimental, Lucio Paredes, Muñeca del Once, Tras cartón, Mentirosa, Sin alardes. En otras fotos con Hugo del Carril, cuando el espectáculo de su “Carpa del Pueblo”, respecto al que informó la prensa: “El buen espectáculo que se ofrece a diario en la carpa cuenta con un numeroso y popular elenco que integran, entre otros, Rosana Falasca, Furia, Héctor Gagliardi, Ricardo Guzmán, Agustín Irusta, Coco Martínez, Floreal Ruiz, Alba Solís, Argentinita Vélez y la gran orquesta conducida por el maestro Armando Lacava”. Una partitura de un tango poco conocido, Llamame tango, con música y letra de Armando Lacava, Rodolfo Di Sarli y Ester Lucía. La partitura fue publicada por Música Argentina e Internacional S. A y creo decir bien, porque además surge de la misma, que Armando también escribía letras; por ello, un día me dijo: “Las buenas letras de tango deben tener un final fuerte”.
Quiero destacar que Armando Lacava tuvo su orquesta propia, y como músico y pianista, además hacía los arreglos, y de esto hay un testimonio representativo, con algunas interpretaciones como Penetrante, El día que me quieras, El último escalón, Inspiración. Luis Adolfo Sierra, el más significativo historiados de la orquesta típica, lo ubica entre los más capacitados arregladores del género.
Asimismo, además de lo ya expresado, fue director acompañante de Raúl Iriarte y Mario Bustos. Recorrió todos los andariveles del tango, los bailes, la radio, el disco; recorrió algunos países del continente americano; luego de su gira en México formó un sexteto con el vocalista “Leoncito” Beltrán. Fue reconocido en “El Patio del Tango”, en calle Corrientes y su última época en la whiskería “Cambalache”, en calle Libertad casi Córdoba.
Fue compositor de tangos cantables y también orquestables, instrumentales.
Reitero y agrego algo a lo ya manifestado: los temas representativos de los que fue compositor, para no confundir sus interpretaciones en general con aquellas otras de las que fue compositor, fueron Dos y una vida, Un tango y nada más, El picaflor del Oeste y Lucio Paredes, todos cantables y A Villoldo, instrumental.
Podemos volver a decir lo que aconteció con algunas figuras valiosas del tango: el hecho de la exclusión que tuvieron por diversas circunstancias, algunas imputables a los propios protagonistas, como la necesidad apremiante de trabajar intensamente para sostenerse; la humildad puesta de manifiesto como una actitud natural, propia del temperamento; en el hecho de no haber buscado caminos para que la obra quede improntada, con primacía, en el disco. Por otro lado, los empresarios que fueron eternamente más comerciales, a pesar de sus sentimientos tangueros, que pusieron más la atención en algunos creadores, todos óptimos, sin considerar el hecho objetivo de muchos que también lo fueron. Y mucho se ha relegado, o se ha perdido o quedado en ámbitos privados sin brindarse a la comunidad; también, la comodidad y utilidad de regrabar, de no rehacer cosas valiosas que obligan a mayor esfuerzo y hasta incertidumbres sobre la rentabilidad. Agregaremos la desnacionalización de nuestra música clásica nacional, como ya lo es el tango, o al menos está en el itinerario; falta igualmente el reconocimiento de la literatura del tango y de todo aquello que es denominado “popular”, en vez de nacional argentino.
Acerca de la personalidad de Armando Lacava, sumando a rasgos ya expresados, este hombre alto, corpulento, de cabello tirando a ondulado, invariablemente con su amplia sonrisa, menos cuando se hallaba en función de actuar el tango, era un buenazo, de gesto reposado, de una cordialidad y simpatía respetuosa, que nunca caía en la adulonería ni en la actitud de crear anécdotas y leyendas más tendientes al caramelo en lugar de pensar en la estética y el enaltecimiento que se compadece con la seriedad del tango.
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