miércoles, 31 de agosto de 2011

CARLOS DI SARLI

Orquesta de Carlos Di Sarli con sus cantantes Alberto Podestá y Roberto Rufino
Por Eduardo Giorlandini

Las raíces del tango en la ciudad de Bahía Blanca están incorporadas a la raigambre fundacional de la misma.
La cultura raigal fue evolucionando con el baile, la payada y la música autóctona; con el tiempo se insertan la milonga y el tango.
En una rinconada pequeña de la ciudad, se hermanan especies que constituyen nuestro folklore rural y urbano; se trata de una expresión propia del saber del pueblo y, en un sentido más amplio todavía, de la ciencia de la vida cotidiana.
En ese ámbito territorial y social surgen protagonistas que manifiestan, por un lado, el reflejo de la gran aldea luego convertida en megalópolis, y, por otro lado, la síntesis de una creación que es a la vez del campo y de la ciudad.
Parte de esos personajes principales de la historia se identifican con una pléyade notable, desde Augusto P. Berto hasta la cantante Gaby. Berto compone La Payanca, un modo de enlazar en el campo las patas del animal, que trasladado a la ciudad se convierte en un juego infantil para enlazar gallinas. Julio S. Canata, cuya biografía escribió Luis Ricardo Furlan, escribe versos con un lenguaje representativo del vocabulario gaucho y del lunfardo; no escribió letras pero estableció un cimiento, acercándose, en esto, a Evaristo Carriego.
De la franja lugareña de que hablábamos, no de un barrio, emergen Juan Carlos Marambio Catán, Juan Carlos Cobián, Carlos Di Sarli y Armando Lacava. Todos migraron hacia la ciudad donde el tango nació, desde donde se difundió, argentinizándose e internacionalizándose.
La letra permite generalmente una interpretación de la infra-historia, del drama o del mensaje; la música llegadora nos transmite los sonidos de la circunstancia; del viento, de la brisa que viene por el mar o por la tierra, o del susurro del arroyo Napostá, como lo sentimos los bahienses cuando escuchamos Bahía Blanca.

Nido gaucho, una historia de amor que se quiere eterno, tiene una explicación. Es posible que Carlos Di Sarli le haya contado a Héctror Marcó sobre la morada y el lugar suburbano o subrural donde trascurrió su infancia y su juventud.

"Luciendo su color de esperanza
viste el campo su plumaje,
y el viento hace vibrar sus cordajes
en los pastos y en la flor.
Yo tengo mi ranchito en la loma
donde cantan los zorzales...
Margaritas y rosales han brotado para vos,
porque un día será ese nido gaucho
de los dos."

Yo me crié a la vuelta de la casa donde vivió Di Sarli; en una calle paralela a la entonces Buenos Aires, hoy Hipólito Yrigoyen; a pocos metros, el Napostá, hoy entubado. Mirando desde uno de los lados de la plaza Rivadavia, hacia la casa de Di Sarli se veían las lomas, todavía, hace setenta años. Trasponiendo el arroyo, estaba el campo, a ocho cuadras del centro. Esto confirma lo expresado y que Héctor Marcó dibujó el paisaje del tango.

Valga la aclaración: el 8 de enero de 1903 el padre de Carlos inscribe el nacimiento en el Registro Civil, ocurrido en el día anterior en su domicilio de San Martín 48, a la una de la mañana. En San Martín 48 se hallaba la puerta de entrada al domicilio; en la misma calle, en el número 44, la entrada a la armería de propiedad de su padre, Domingo Miguel. Fue inscripto con el nombre de Cayetano, no Carlos, con que el Maestro sustituyó el nombre real, legal, de la familia. En tal caso habríase trasladado luego a la calle Buenos Aires.
Fue un niño común y corriente; recibió educación en el Colegio Don Bosco y, musical, en el Conservatorio Williams, junto a Cobián. El tango se prendió a él, dándole presencia y pulsaciones en el piano, consolidando su propósito de arraigarse en la ciudad Capital, cuando a los quince años de edad escuchó a Firpo y a Gardel en el Teatro Municipal de Bahía Blanca.
Luego de muchas actuaciones en la ciudad, en la zona y en varias provincias, se radica en Buenos Aires, tocando en todos los santuarios tangueros que fueron comunes a los músicos de provincia en los inicios del derrotero artístico, que abrevaron esencias inmarcesibles y los sones de una concepción que generó resultantes culturales artísticas, literarias, musicales y coreográficas como una marca del ser nacional.
Es imposible glosar su vida y obra, grande, rica y valiosa, cimiento de una música clásica nacional argentina, reivindicativa, que remoza el sentimiento, las emociones y substancias de lo que había sido el basamento fundacional del tango argentino, junto a los primeros creadores, Gardel, Cobián, De Caro, Fresedo... a partir de 1917.
Mucho se ha escrito y expresado. Yo deseo traer a estas humildes palabras la evocación de un hombre entero, hominizado, determinado por cierto misticismo, que en su alta infancia rezó arrodillado a la vera del arroyo vecino; que en su mocedad romántica, en la primera vuelta del pago chico, lloró abrazado a las rejas de su casa.
Hablemos de un ser con extrema sensibilidad que produjo obras e interpretaciones estéticas, alejadas de la ética utilitaria, del pragmatismo y la comercialización. Maestro en el arte, en la vida, en las relaciones humanas; generoso con todos y especialmente con los niños, a quienes donó buena parte de sus derechos de autor. Hombre de respeto, de laboriosidad; sembrador de afectos fraternos cuyos frutos espirituales y emocionales recogió en su itinerario de todas las parcelas de la vida porteña, del ambiente en que actuó su saber, su amor, su creatividad y su técnica. Admirado por Troilo y por Discépolo; Pichuco dijo que era "maestro de maestros" y se lamentó de que se llevara sus secretos a la tumba, el arcano que lo estableció como "Señor del Tango".
Por su naturaleza especial y por su Fe, fue un ser piadoso; víctima de la difamación, no contestó el agravio; perdonó, toleró y se impuso con grandeza a la maledicencia, la envidia y la mentira.
Fue invariablemente agradecido y dio testimonios al respecto con hechos y obras: Milonguero viejo, lo fue para Osvaldo Fresedo, amigo y mentor; El ángel de los niños, fue la señal de sus sentimientos solidarios; expresó su gratitud, igualmente, dedicando su tango Meditación a los hermanos Fortunato y Carmelo Mattino, en contingencias difíciles para el cumplimiento de sus sueños; su agradecimiento a su ciudad se improntó en el tango Bahía Blanca.

Eduardo Giorlandini, Amelia Gómez de Di Sarli (Viuda de Carlos Di Sarli) y Gaby "La Voz Sensual del Tango", en el homenaje rendido al maestro bahiense en el Teatro de la Ribera (La Boca) el día 27 de agosto de 2011 en el marco del Festival y Mundial de Tango de Bs As.

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