Veamos el caso del tango, donde ello ha tenido lugar en gran parte por las motivaciones de los protagonistas y hasta, puede decirse, por una suerte de consenso colectivo.
Desde los orígenes y hasta principios del siglo XX, lapso calificado de "primitivismo", no había formas orquestales más o menos ingentes y creadoras de componentes enriquecedores del género que, aunque estaban integradas por pocos ejecutantes, innovaron.
El evolucionismo tanguero generó fenómenos, en casos llamados "revoluciones" y, en supuestos, algo un tanto menos que la revolución, lo que algunos, fundadamente, denominaron "tango romanza", del que Juan Carlos Cobián habría sido uno de los principales impulsores. "Salomé", escribe José Gobello, de 1917, es la "expresión inicial del tango romanza"; luego llegaron otros y, así, recuerda el mismo Gobello: "Había nacido el innovador estilo Cobián, que tuvo legión de admiradores pero también acérrimos detractores, entre éstos alguno tan ilustre como Francisco Canaro, tenaz en su negativa a interpretar los tangos de quien, a su parecer, traicionaba la esencia del género".
Sin poseer los conocimientos y certezas propios de un musicólogo tanguista, digo que una es la opinión de un maestro como Canaro y otra la de la gente, en la cual interviene el sentimiento del buen gusto o la no aceptación; el público lo recibió en todo tiempo con profundos reconocimientos y esto fue obra del talento, el academicismo, la conexión del espíritu del Maestro Cobián con el espíritu del pueblo y la circunstancia nacional que nos vincula a la "ciencia de la vida", más que el folclore (saber del pueblo); asimismo, el nuevo rol del piano más allá de la simple marcación del ritmo; el arreglo, la armonía y la melodía, florecidos y despertadores de nuevas emociones, no solamente por la música sino también por las letras románticas, paisajísticas y entrañables del alma.
Es decir, buena música y buena literatura, para bailar y escuchar. De tal modo, el arca musical de la Argentina, y el arcón del mundo reverdecieron; un pequeño brote propio, nuestro, que dio el inicio del tango en un proceso de elevación, como música clásica, nacional argentina.
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