domingo, 19 de diciembre de 2010

LA TERCERA DÉCADA INFAME

Por Héctor Pedro Recalde
Ediciones Corregidor,
Buenos Aires, 2003, 268 páginas
Recensión de Eduardo Giorlandini


            Es sabido que toda obra –por ser producto de la creatividad del autor- refleja la personalidad de éste. En este caso no es superflua la mención, dado que tal característica se advierte con mayor significación y vigor, pues es fruto de la experiencia, de la responsabilidad, de la capacidad investigativa, de la congruencia de la obra con la actividad profesional y docente, y, más, de ideales y de una ideología acompañada con lealtad y pasión, si es que se trata de expresar con mayor fuerza la unción o el fervor.
            ¿Acaso ha de negarse el juicio subjetivo de valor en la obra científica? Jean Maynaud lo legitimó, porque en ese supuesto, el del buen pensar y sentir, la postura que se asume en las conclusiones está fundada en presupuestos axiológicos y ontológicos. También Juan Cuatrecasas presentó a la ideología como algo inherente al espíritu humano, a la naturaleza de la persona y, por lo tanto, imprescindible en la afirmación de su integridad y en su hominización. Me refiero, respectivamente, a las obras Introducción a la ciencia política y Biología y democracia.
            El libro del doctor Héctor Pedro Recalde no es una obra más de carácter jurídico-legal, porque su orbe trasciende el tradicional de la dogmática jurídica, para mostrar en un escorzo estructuralista no sólo lo afirmado líneas arriba, al comenzar esta recensión, sino dar testimonio de una historia que no puede quedar enredada en la balumba de la legislación, mereciendo, en cambio, estar destacada en la historia del Derecho argentino, al tratar una “tercera década infame” en la cual poco se había reparado como tal, al implicar la negación de cierta tradición de justicia social y de valores jurídicos y humanos que pusieron de manifiesto signos de cultura y civilización que enaltecieron la dignidad de la persona laboral.
            El título de la obra, por sí mismo, da cuenta de una realidad (historia) y de itinerarios políticos que negaron la única política enaltecedora que es la política social, la política del bienestar, la que reconoce esa dignidad, la que construye las civilizaciones, que no son otra cosa que trabajo humano acumulado históricamente. Va de suyo que el trabajo humano, creador de cultura y de civilización, presenta un signo negativo cuando el supercapitalismo impone, con su inmenso poder salvaje y cruel, condiciones subhumanas y el neoliberalismo expresa el neoautoritarismo o, con el disfraz novedoso, convierte el imperialismo en “globalización”, y las formas reales de gobierno en dictadura económica no ostensible, que exterioriza el gobierno de algunos hombres y no el gobierno de una constitución social.
            Nótese que a partir del análisis pormenorizado de la normatividad corre en los esquemas y encuadres del autor, una substancia que nosotros la notamos del modo que queda escrito aquí y derivamos fácilmente la preocupación por reivindicar una cultura jurídica que creó la grandeza de la Argentina, consecuente con una línea histórica nacional y criollista, un Derecho patrio levantado sobre los cimientos de la vida, la libertad y la dignidad, tríada que en cierto sentido es el remedo de lo que afirmaba  Angel Ossorio y Gallardo.
            Tal es mi opinión acerca del libro, alejada de tecnicismos y realizada con espontaneidad, desde mi fuero íntimo y con la libertad de expresión aconsejada por Leo Buscaglia, sin otra esperanza que la esencialidad del grano de mostaza evangélico y la bonanza de la siembra para que, desde abajo, se construya un nuevo mundo del que no se pueda decir que ha sido creado sobre la base del mito, la mentira, la mala fe y la injusticia social.

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