martes, 25 de octubre de 2011

“Zapatitos de Raso”

CHAMUYANDO - Eduardo Giorlandini

Síntesis rioplatense
Decir que el tango, la milonga y el vals son propios de la ciudad de Buenos Aires, es limitar el alcance de la música “ciudadana” y de la letrística popular; pertenecen a todo el país y, además, su escenario es rioplatense con prevalencia, alcanzando ambos países, Argentina y Uruguay.
Existe un patrimonio común, pero también algunas diferencias, pocas por cierto. Casi no han sido olvidadas o borradas, pero, de tal modo que los argentinos llegamos a creer que todo es de nuestra pertenencia, en materia de tango. Hay que destacar que argentinos y uruguayos se unieron para crear y asumir cosas, itinerarios y setnimientos comunes.
El autor de la letra de “Zapatitos de Raso” fue un locutor, actor, cantor, autor y bailarín. Se llamó Fernando Andrés Salvador Caprio y nació en Montevideo en 1910. A los 28 años era ya un hombre elegante y formal, con estampa tanguera; tenía el cabello engominado, invariablemente, para realizar su trabajo y, como se escribió en la letra, un par de anchoas por bigotitos, porque era moda.
El autor de la música fue Jorge Dragone, oriundo de Villegas, provincia de Buenos Aires; secundó a Alberto Castillo, en su gira por Europa y a Edmundo Rivero, en Japón. Esta milonga, “Zapatitos de Raso” es la obra más conocida de esta síntesis argentino-uruguaya.

Pilchaje pa’ la milonga
En el derrotero de ambos países, Argentina y Uruguay, pertenece a un tiempo lejano el pilchaje que mejor se ajustaba al ambiente, a la danza y a la compadrada que era parte del atractivo que tenía el baile del tango y la milonga. Si seguimos la letra, casi parece parte de un vestuario teatral, preparado para bailar la milonga.
Zapatitos de raso, con taquito francés, cuando la cultura francesa se extendía al Río de la Plata; la pollerita cortona, que no fue ni la primera ni la última minifalda de la historia, de seda negra, tenía un tajo al costado, lo cual a lo mejor venía bien como necesidad de la danza, solo un poco más conveniente para los uruguayos que bailaban el tango y la milonga de un modo más abierto, de lo que se habría derivado el dicho: “Abran cancha... que viene un oriental”. Sí, la pollera cortona, como la llevó Esthercita, la del tango.
Algunos de los datos del ropaje del hombre, que surgen de la letra de esta milonga son el pantalón bombilla, ajustado, sin bajos y con trencilla -una tira delgada, a lo largo de ambos lados del pantalón, igual que algunos pantalones de hoy en día, en el hombre o la mujer, pero de carácter informal-. Y el saco del hombre bien corto, también con tajo y redondo. En esta letra están ausentes el lengue, las botas de taco militar y el gacho gris requintado. En algunos sacos, el cuchillo formaba parte del atuendo. El tajito en el saco reapareció luego de muchas décadas; a quienes lo usaron también llamaron petiteros, por alusión a quienes frecuentaban el “Petit Café”, en Santa Fe casi esquina Callao.

Milonga pa’ compadrear
Podrán decirse muchas cosas del canyengue y, en casos, el ritmo no se desprende de la compadrada. Y es un modo de bailar el tango y la milonga. También de interpretarlo. José Gobello lo presenta además como efecto rítmico que se obtiene del contrabajo, golpeándolo con la mano y el arco sobre las cuerdas. “Sacále viruta al piso”, era una frase que, en cierto sentido, era una invitación a la canyenguería milonguera.
Canyengue es una palabra lunfarda, de origen africano; en ocasiones usada con numerosos 
significados. En materia de danza es una manera compadrona de bailar. Se expresa de un modo ostentoso, con figuras desconocidas en el resto del mundo. Aquí, en esta letra de “Zapatitos de Raso” se menciona al ocho. Otras son el cepillado, el voleo, la patada, la caída, la sentadita, la calesita, el gancho; y en la milonga, las figuras tradicionales son el cruzado, la baldosa o cuadrado, la corrida, la lustrada, el enganche, el tintineo o el golpe.

Canyengue que hizo su historia
Cada pueblo tiene sus danzas típicas. Nosotros tuvimos el tango. Cualquiera sea su explicación sigue siendo un misterio. “Sentimiento triste que se baila”, “la danza más profunda del mundo”, “bailar el tango es un rito, un acto casi religioso”, con un secreto que “consiste en la envoltura de silencio que lo hace taciturno” y otras expresiones, no alcanzan a establecer los motivos o las causas de un fenómeno que es, al fin de cuentas, una resultante cultural donde se resume la Historia.
Este tipo de danza se fue haciendo como el lenguaje, como el sistema de valores, como las 
costumbres y las tradiciones, un producto del espíritu del pueblo, de todo el pueblo, completo, sin exclusiones. Relevante influjo habrían ejercido los bailes de los negros, particularmente el candombe. Las palabras tango, milonga y canyengue pertenecieron a su vocabulario y a su circunstancia histórica.
María del Carmen Silingo nos habla de una danza de origen africano, gestada en América hacia mediados o hacia fines del siglo XVIII, a la que denomina tango negroide, pero que no tiene nada en común con nuestros tangos rioplatenses. Sin embargo, las palabras atan: como vocablos de origen africano, milonga quiere decir ‘palabras’; canyengue (ka-llengue) es una danza africana; y tango, significa ‘lugar de baile’. En los versos de la milonga candombeada de Homero Manzi y Sebastián Piana, “Juan Manuel” leemos:
"Cuntango, carancuntango,
cuntangó carancuntán”.
Como tal vez habrían cantado los negros, en los tiempos de Rosas.

Un “lugar” común
La milonga fue un destino, para otras especies musicales próximas o vinculadas a ella -a sus 
esencias inmarcesibles-; una confluencia o “lugar” común.
La habanera cubana, que había llegado aproximadamente al Río de la Plata hacia 1860, se transformó en milonga. Igualmente, se transfiguró en milonga la payada y el candombe.
Ella, la milonga, se acomodaba mejor al compadrito del suburbio y de la ciudad. La letra de Caprio reza: “...con el saquito cortito / con tajo bien redondito / pa’ compadrear... / pa’ compadrear”.
Hacia 1880 se halla muy difundida y se la toca de cualquier modo, con diversidad de instrumentos y hasta papel y peine; los bailarines compadritos se copian de los negros, para su baile. La descripción de la milonga “Zapatitos de Raso” correspondería a un tiempo aproximado al Centenario.
En aquel año de 1880, según María del Carmen Silingo, hay varias clases de milonga: la zandunguera, que se baila; la que se canta, de los payadores y la que se destina para el espectáculo, en el circo criollo. Paralelamente a esas especies habría otra, que va generando el tango, pero en todos los casos se trata de milonga y que se enriquece con un nuevo lenguaje: el lunfardo. Y escribe, la citada autora de Tango-Danza Tradicional que va recogiendo figuras que en los suburbios de Buenos Aires se venían bailando con otras danzas (mazurca, polca, chotis, lanceros, etc.).
El año en que se publica el Martín Fierro, 1872, José Hernández ya había conocido la milonga 
bailable, recuerda esa autora. Yo agrego que el concepto está avalado por Francisco I. Castro, diccionarista del Martín Fierro y que en dos ocasiones se remite a la palabra:

“Yo he visto en esa milonga
muchos Gefes con estancia,
y piones en abundancia;” 

y

“Supe una vez por desgracia
que había un baile por allí
y medio desesperao
a ver la milonga fui”.

1 comentario:

  1. excelente información. Gracias por la investigación, que me brinda nuevos parámetros relacionados con el conocimiento de la danza.

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