En el marco de los encuentros culturales de Dandy Producciones, bajo el título de "Un vermut con la historia", el Dr. Eduardo Giorlandini hablará sobre Ricardo Balbín el próximo viernes 15 de mayo a las 19 hs en el Café Miravalles de Av. Cerri 777 de Bahía Blanca.
Se trata de una cita que conjuga música popular en vivo e interesantes historias de personajes inolvidables; en este caso Juan Domingo Perón, Ricardo Balbin y Alfredo Palacios. Acompañarán al Dr. Giorlandini, el Dr. Victor Benamo y el Prof. Oscar Dante Garcia. La intervención musical estará a cargo del folklorista Joaquín Jacob, con entrada libre y gratuita.
El Dr. Giorlandini es autor de "RICARDO BALBIN: EL RADICALISMO Y LA REPÚBLICA", editado por la Honorable Cámara de Diputados de la Nación, en Diciembre de 2001 cuyo prólogo fue redactado por Rafael Pascual:
Siempre quisimos los radicales contar con una historia de la vida de Don Ricardo Balbín.
Pero ahora contamos con mucho más, contamos con una gran obra.
El Doctor Giorlandini la titula con razón: "Ricardo Balbín, el Radicalismo y la República".
Debo decir que compartí el ánimo del autor desde la portada misma de su libro, porque no encuentro mejor concepto capaz de caracterizar los hechos de la vida de Don Ricardo que el elegido: el Radicalismo y la República.
Estamos frente a una obra minuciosa, y no es casual. El propio Ricardo Balbín lo fue.
y percibo aquí el primero de los tantos aciertos del Doctor Giorlandini: la biografía de un hombre que dedicó su vida a la República debe ser minuciosa, porque una vida semejante lo es.
La República misma, tal como Balbín la concibió y nosotros aprendimos de él, es una construcción colectiva recorrida todo a lo largo por el respeto a los derechos soberanos de un pueblo.
La constatación de una verdad semejante, cuando quien la sustentara no sintiera jamás vocación alguna por la estridencia, tiene la virtud de tan sólo poder apoyarse en una reconstrucción paciente de los hechos.
De ahí la minuciosidad, de ahí el cuidado. Otros no lo tuvieron, sí Balbín.
A mi entender, esto es lo primero que se desprende de la lectura de este importante libro.
Porque estamos frente aun libro importante: la biografía de un hombre que dedicó su vida a construir consensos con la vocación y el talento de un artesano de la convivencia exige el tratamiento que el autor le dio, ese "tempo" que Giorlandini le imprime a su obra.
Don Ricardo Balbín dedicó su vida a una paciente y laboriosa construcción. De esta paciencia y de esta laboriosidad se nutren las páginas que siguen,
y es sin duda debido a ello que de su lectura se derive una certeza: los radicales contamos con una gran herencia. Grandes hombres hicieron nuestro partido, lo sabemos.
Pero en orden a esto, Balbín alcanza hoy entre nosotros la dimensión de un paradigma.
Eso es lo que este libro nos deja entrever.
El Doctor Giorlandini agrega al alto valor de su obra un aporte inédito y de gran utilidad para las generaciones presentes al documentar el trazado de esas décadas cruciales de historia argentina que tuvieran al Doctor Balbín como protagonista con la obra de ese gran escritor oral que fuera Don Ricardo.
Es aventurado medir la significación del aporte que "Ricardo Balbín, el Radicalismo y la República" va a alcanzar entre nosotros.
Humildemente, yo sospecho que será enorme.
LOS BALBIN y RICARDO
Por Eduardo Giorlandini
Los padres de Ricardo Balbín eran oriundos de España. El padre era nativo de Asturias, una región histórica del Norte de ese país, y, su madre, originaria de Andalucía, zona meridional. En los comienzos del siglo XIX, las tropas napoleónicas habrían cruzado la quinta de los Balbín, en una pequeña aldea del oriente asturiano, en Lue. El primero de la familia Balbín que a fin de siglo emigró rumbo al Río de la Plata tenía 13 años. Era el padre de Ricardo.
Según una fuente periodística, luego del nacimiento de Ricardo, en la ciudad de Buenos Aires, el matrimonio viajó a la Plata para establecerse allí para siempre, cuando él tenía seis meses. Sin embargo, relató el mismo Ricardo Balbín: "Soy hijo de un matrimonio de extranjeros. Mi padre y mi madre eran españoles. Mi padre era asturiano y mi madre nació nada menos que en Andalucía. Llegaron acá como llegó toda la vieja inmigración. Él trabajó y se radicaron en la provincia de Buenos Aires cuando yo tenía seis meses. Eran radicales, seguramente, pero los niños no acostumbrábamos en esa época a ocuparnos de política. Ahora el mundo ha cambiado bastante; pero el episodio del que arranca mi participación ocurrió en el pueblo de Ayacucho."
Su padre no alcanzó a conocer esa participación política que recordaba don Ricardo porque afines de 1924 realizó un viaje a España y murió allí en 1926.
Ricardo Balbín contaba de sí mismo: "Yo nací en la Capital Federal el 29 de julio de 1904 y a los seis meses mis padres se trasladaron a la provincia de Buenos Aires. Allí me quedé. Mi padre trabajaba en el ferrocarril en la sección confiterías. Por tal motivo, cuando nací estaba dispuesto ya su traslado para Azul. Ahí estuvimos un tiempo y después nos radicamos en Laprida. Murió mi madre muy temprano. Cuando yo tenía apenas seis años de edad. Un acontecimiento familiar determinó que mi padre se trasladase al partido de Ayacucho, estación Solanet, para atender los negocios de un familiar fallecido prematuramente. Razón por la cual el sexto grado lo hice en un colegio de Ayacucho..."
En 1910, en Laprida, provincia de Buenos Aires "mi padre tenía una confitería con proyecciones cinematográficas, y algunos días, por la tarde, ponía un telón en la pared de la vereda de enfrente y proyectaba la película para los pobres que no podían llegarse hasta el negocio. Esa fue una parte de la escuela de conducta y de generosidad que nuestro padre nos dio."
Si bien ya hemos señalado el origen humilde de los Balbín fue Ricardo quien en 1946, siendo diputado nacional, al tratarse el desalojo de instituciones deportivas en la Cámara, debió recordar, en el debate legislativo: "Yo saltaría con mis antecedentes familiares a la palestra, a comprobar quién me gana en mi origen proletario, la única diferencia que tengo es que mi padre jamás mandó decir en las calles: "Haga patria, mate a un estudiante ".
Acerca de su madre Balbín decía "Yo creo que el hombre tiene como una especie de máquina que retrata hechos y los fija definitivamente. He dicho muchas veces que si yo fuera retratista, haría hoy el retrato de mi madre. Así que guardo como fundamental estampa esa figura. Que en mí no se borró nunca. Constituye un importante acontecimiento en mi vida que he valorado después, en el significado profundo que tiene perder la madre cuando apenas se tiene seis años. Por eso, creo que la gente se va fijando hechos, así como en una fotografía permanente, la sucesión de nuevos hechos los va borrando, pero cuando ningún hecho nuevo se interpone en aquella figura, queda permanente."
Sus sentimientos hacia su madre eran como los retrató Manuel J. Castilla en su canción "Madre lejana":
"la pienso, la pienso lejos, dulce y quieta a la oración,
junto con ella se hamaca callado mi corazón.
Junto con ella se hamaca callado mi corazón!
la miro, la miro largo
como velando al amor, el aire, cuando la toca
se va volviendo canción. iEl aire, cuando la toca
se va volviendo canción!"
Luego de haber cursado Ricardo el sexto grado en Ayacucho, ingresó en el Colegio San José de Buenos Aires. Atrás habían quedado Azul, Laprida y Ayacucho, donde regresaría años después, ya como importante dirigente radical. Balbín tenía trece años y uno de sus sueños reflejaba el itinerario que había seguido con su padre. Porque así como el poeta canta a lo que no tiene, el hombre sueña con las cosas que añora. Recordó un ámbito físico, un paisaje, que de algún modo resumía los sitios donde había estado, en un marco soleado, de paz, de vegetación , extenso, grato al espíritu. ¿No sería esta la imagen del país del niño Balbín, la misma del conductor de vastos contingentes humanos, luego de largo caminar? ¿No es verdad acaso que los acontecimientos de los primeros años determinan la evolución de la personalidad? ¿No lo vimos a Balbín recorrer el país en incansable búsqueda del ser argentino? El leyó el país recorriéndolo, como hizo cuando niño, dentro de fronteras más limitadas acompaando a su padre.
El casi adolescente Ricardo grababa en su retina hechos y cosas, ámbitos y horizontes. iCuántas veces habrían de aflorar, para sostener sus asertos en los debates parlamentarios! Verbí gratía, como cuando se trató el tema de la investigación agropecuaria, en la Cámara de Diputados de la Nación, luego de recordar que nuestros hombres de campo no estaban habilitados o preparados para sacar beneficios de los subproductos: "Desde niños, todos hemos advertido cómo se queman las parvas de paja, porque llega un momento en que molestan al chacarero; y, como esa, todas las materias con abundantes subproductos."
Ya mostraba Balbín los rasgos de su personalidad, permanentes a lo largo de su vida. Era introvertido, como Yrigoyen, y tímido. Pero su temperamento de orador lo llevó a vencer esos influjos que en el caso de Hipólito Yrigoyen, hacían que no hablara nunca en público. No pocos hombres capaces no pudieron saltar esas vallas puestas a la acción política y al liderazgo; otros encontraron derroteros intransitados. Ricardo sentía atracción por el socialismo, pero su personalidad se ajustaba más a un partido como la Unión Cívica Radical.
Debía ser radical. Era temperamental e intuitivo, virtudes del caudillo radical. Los radicales tienen un estilo. Hablan de cierto modo. Esgrimen un vocabulario común. Tienen determinados sentimientos y acendradas convicciones. Luego lo atrajo profundamente Yrigoyen. En el socialismo, a lo mejor habría sido un líder intelectual, pero Balbín prefirió nutrirse en la salsa de la vida, en el dolor, en el infortunio, en el idealismo, en la protesta que genera el agravio, por lo cual gustaba de Almafuerte y frecuentaba sus poemas asiduamente, más que otros políticos, en el curso de su vida. Por eso tuvo que luchar contra la injusticia, que era generada por el agravio, tal como lo expresó el personaje de G. Arpino, en "El Hermano Italiano".
Pero en su adolescencia potrereaba, jugaba a la pelota. Era el comienzo de una gran pasión argentina: el fútbol. iOtra de las grandes querencias generadoras de emociones! Por entonces el uruguayo Diego Lucero, cuyo nombre era Luis Alfredo Sciutto, era el gran cronista de fútbol y había creado "Siento Ruido de Pelota,.." El heredero de Last Reason informó como pocos de ese frenesí argentino. Ricardito no podía escapar a él. También en un debate legislativo recordó el tiempo del potrero y bregó para mejores posibilidades deportivas para la juventud: "Vengan las iniciativas a cualquier precio, de los que dicen que hubo una juventud que no pudo practicar deporte nada más que en los potreros. Yo fui uno de esos, pero no vengo aquí a cobrarme ninguna cuenta vieja, porque he venido aquí para ser diputado de la civilización argentina y no del retroceso argentino."
Cursó el bachillerato en el Colegio San José de Buenos Aires y era el mejor alumno, uno de los diez adolescentes egresados del quinto año con diploma de honor. Antes había ganado los premios de Literatura, Matemática, Religión, Álgebra, Geometría, Historia Natural, Geografía e Historia. Si bien el padre de Balbín nunca fue hombre de fortuna, sus hijos pudieron estudiar, con esfuerzo. Tan pronto Ricardo terminó el bachillerato rindió examen de ingreso en la Facultad de Medicina, donde cursó dos años y abandonó por causas económicas. Luego ingresó en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de La Plata y al cabo de dos años y ocho meses se recibió de abogado. Continuaba prendido a la Reforma Universitaria y era hincha de Gimnasia porque, como decía entonces, Estudiantes "era un cuadro de oligarcas". Unión Cívica Radical, Reforma Universitaria, Gimnasia y Esgrima de La Plata era una tríada que representaba su arrebato sentimental y afectivo. Recordaba don Ricardo: "Tal vez mi auténtica vocación era la medicina. Lógicamente, Derecho se encuadraba dentro de mis modalidades. Pero me hubiera sentido más cómodo siendo médico que abogado."EI destino es así... juega un poco con las personas..."
Ana María Bertolini y Diana Kolankowsky transcriben en una recopilación de datos que la participación política de Ricardo Balbín comenzó a los doce años, accidentalmente, en Ayacucho: "En aquella época mi padre tuvo que trasladarse a una estación que se llama Solanet, para atender los negocios de un hermano que había muerto. Yo estuve internado en un colegio de Ayacucho y allí estaba también el hijo de Pedro Solanet, un dirigente notable de aquella época. Corría el año 1916. Recuerdo que los dos nos fuimos del colegio para ver la manifestación que se formaba por la llegada del candidato a diputado, que era su padre. Si los políticos tienen un bautismo, ese podría haber sido el mío".
Pero su militancia comenzó con el fin del bachillerato y su vida en la facultad. "Entonces -dijo una vez- no había en el país más que radicales y conservadores. El socialismo apuntaba, pero no era una expresión atrayente para nosotros. De modo tal que fui afirmando mi convicción en el radicalismo. Tan pronto tuve 18 años, lo primero que hice fue inscribirme en el partido". Además a los 22 años tuvo su título de abogado bajo el brazo. Cabe aclarar que en el ínterin había sido expulsado de la Universidad Nacional de La Plata por el rector Benito Nazar Anchorena, acusado de promover disturbios en su condición de dirigente estudiantil. Ricardo Balbín fue reincorporado unos meses después, pero de no haber mediado aquello, se habría recibido a los 21 años.
Ricardo Balbín contrajo enlace con Indalia Ponzetti, siendo muy joven. En un reportaje recordó ese acontecimiento: "-¿Cuál fue el momento más lindo de su vida, doctor?. EI día en que mi novia aceptó ser mi esposa.- ¿Se le declaró al estilo Balbín? No. Eramos muy chicos. La invité a tomar un té, en La Plata, y le dije que quería que me acompañara durante toda la vida, y se lo tomó en serio, usted sabe..."
Esa etapa de su vida fue relatada por Balbín a "La Provincia", el periódico oficial del radicalismo bonaerense, en junio de 1975. Entonces, dijo que ser político nunca había sido una decisión porque dedicarse a la política era una predisposición natural en él. Actuó en el Colegio Nacional queriendo moverse como grupo y como pensamiento. En la Facultad de La Plata luchó políticamente, fue expulsado de la Universidad y después reincorporado. Pero era una lucha distinta a la de ahora. Era la lucha por el concepto austero de la Reforma. De modo tal, que se encontraba inmerso ya en un proceso que se iba desatando.
Radical fue siempre. Sus padres eran de vocación radical, sus amistades eran radicales. y allí se fue formando su pensamiento y su figura política. A los 18 y 19 años, en su etapa de razonamientos más seria, el radicalismo era el pensamiento político que más se acercaba al ideal que quería. Porque desde siempre estuvo apegado al sentido humano de la vida. Cuando se le preguntaba si había tenido "padre político" contestaba: "Esto no significa una vanidad, ni un orgullo personal. Pero nunca lo tuve. Actuaba. Entendí que debía actuar, y así se inició la marcha. No busqué situaciones, vinieron. No busqué candidaturas, me las dieron. Es decir, era mi vocación. Algo prendido en mi propia vida. De modo tal que yo he dicho muchas veces que mi vida tiene dos facetas. La familia y el partido. Ahora, ¿a quién le quité más ya quién le di menos? Creo que le he quitado bastante a mi familia para dárselo al partido."
Cuando a Balbín se le preguntó sobre sus miedos, sus temores y sus incertidumbres, comenzó poniendo de relieve que se trataba de una pregunta bastante difícil, pero articuló la respuesta: "Decir que no tuve miedo a nada...es no responder la verdad. Ubicar un miedo determinado...No lo tuve. Pero tal vez, en lo íntimo y en lo profundo mi temor habría sido ser un anónimo". Con ello estaba refiriéndose a un estado de ánimo, durante su juventud.
En sus años mozos leyó todos los libros de Julio Verne. La literatura de moda en aquella época era lo que ahora llamarían la falsa literatura, pero era la literatura de ese tiempo. Todas las aventuras bien escritas formaban palie de la literatura de las generaciones de ese tiempo. No fue un lector asiduo. Fue un lector irregular. Porque fue un lector lento. Por lo general, se perdía en la mitad de la página y tenía que empezar de nuevo. Tal vez, porque en el subconsciente la lectura que hacía lo trasladaba a otra cosa. Ese debía ser el problema. Pero le costaba bastante trabajo. Él mismo creía, y así lo decía, que naturalmente cuando uno tiene que trabajar para vivir, sus lecturas son las necesarias para trabajar. Cuando egresó de la Facultad de Derecho, el título lo tomó en la más absoluta pobreza. Por lo tanto, tuvo que estudiar todo lo necesario para ejercer la profesión. Así que quedó inmerso en lo que puede llamarse "la literatura del derecho". Contaba también: "Posteriormente he curioseado muchos libros. Yo tengo un hermano que trabaja aquí. Si ustedes recorren este estudio verán gran cantidad de libros, y si van a casa de él, verán más libros todavía. La ventaja que tengo yo, es que los tiene él y además los anota. Con lo cual hago doble lectura. La del libro propiamente dicho y las anotaciones que él le hace. Eso ayuda bastante para ir conformando un pensamiento. Pero en definitiva -esto sé que no le gusta a mucha gente que lo diga- me he informado mucho en la realidad. A mi país ni lo he leído, lo he visto. Y a la gente de mí país no la he leído, la he tratado. De modo tal que he aprendido mucho recorriendo el país, y he llegado a la conclusión de que no se puede gobernar esta República sin conocerla."
Dr. Eduardo Giorlandini