Por
Eduardo Giorlandini
1. Introducción.
El historiador Will Durant nos enseña en su muy
extensa obra que en todas las civilizaciones los poetas populares y también los
poetas “cultos” destinaron sus poemas a los caudillos políticos; en el Extremo
Oriente, en Grecia, en Roma. Igualmente, en las sucesivas culturas, en las distintas
edades; en la civilización china, en la musulmana, en la judía y en la
cristiana.
Estaba presente, por un lado, el
sentimiento y la afectividad –cuando no las creencias- del creador literario,
pero en ocasiones se ponía de manifiesto el utilitarismo del poeta, o la
vanidad del gobernante, quien en su afán excesivo de ser alabado y admirado
pagaba muy bien las alabanzas poéticas.
Estas podían estar acompañadas por música
o no igual que en nuestro tiempo, tal como sucede con las canciones populares contemporáneas.
Inclusive, como sucedía en Grecia antigua, se realizaban reuniones en las que
se escuchaban las letras cantadas.
En el tomo correspondiente a la vida de
Grecia, anota Durant:
“De todo lo griego no hay cosa que nos
parezca
más extraña que la música; y ello no
obstante,
la música moderna (hasta su vuelta a lo
afri-
cano y oriental) se derivó de las
canciones y
danzas medievales, las cuales procedían en
par-
te de Grecia”.
En la edad media una forma incipiente de
comunicación social era la noticia cantada, relacionada con personas, hechos o
circunstancias del pequeño pueblo o la pequeña ciudad; la misma característica
tienen las canciones populares argentinas.
Es decir, recorriendo la historia de la
humanidad, en cierto aspecto de la vida humana, pareciera que están ausentes
las revoluciones y que los cambios responden a una lenta evolución; y que en
otro de sus lados se suceden vertiginosamente, como en los casos de las llamadas
“explosiones”, demográfica, tecnológica, etc.
Estas manifestaciones culturales se
trasladaron al nuevo mundo. Se hacen notar durante la colonización y, cuando
brota el espíritu de libertad con la poesía gauchesco-popular y con la poesía
“cultista”, con las canciones y las payadas.
Si es que el Radicalismo hunde sus raíces
en las entrañas de la nacionalidad y es la continuidad de la corriente
histórica de Mayo, tomaré el momento inmediato anterior al día en que nace el
Partido, formalmente, el 26 de junio de 1891.
Pero antes señalaré una particularidad
relacionada con el tema. Se trata de que con el transcurso del tiempo se fue
perdiendo en las zonas urbanas, en las grandes ciudades y en las megalópolis,
el entusiasmo de versear para exaltar la grandeza de los hombres públicos, un
poco por la pérdida de la majestad de la política, comprobada antes por la
acción de hombres como Leandro N. Alem, Hipólito Yrigoyen o Ricardo Balbín, de
cada uno de los que, podríamos decir, lo que escribió Almafuerte:
“Porque nadie trenzó las ideas
con mayor solidez y más gracia,
que la gracia de flor con que naces
y van, por sí mismas, tramando su trama;
porque toda labor que perdure
y al rodar de los siglos no caiga,
la sacaron así, paulatinas,
las musas ambientes del fondo de un alma”
(Almafuerte,
“La Inmortal”).
Pues, sí, ya en nuestras ciudades no se
canta a los caudillos, en la Argentina. Distinto es en el interior de la
República. Tomás García Giménez lo hace en Tucumán, pero con una temática que
memora comportamientos contrapuestos, como quien anhela la grandiosidad ausente
en la conducta del hombre público:
“Pegarse un tiro como sucediera
Del Palomar en su famoso caso?
¡Qué locura! … ¡Si ahora hay quitamanchas
Para limpiar los nombres y las manos!”.
Jorge Castañeda, en Río Negro, en “La
Madre de su Patria” escribe:
“No pudo ser capitana
pero le sobró coraje
a la madre de la patria
María Remedios Valle”.
Y, en Entre Ríos, el folclorista Américo
García, “El Chasqui”, con quien compartí tres canciones, recordó a Pancho Ramirez,
en “Montielero Monte Adentro”:
“Es mi Entre Ríos
la federal
la de don Pancho
que canta y baila
mi litoral”.
Me pareció necesario una introducción para
expresar todo esto, que apunta a mostrar algo de la historia total y asimismo
la casi desaparición de la poesía política en las ciudades y el vigente fervor
nacionalista en el interior de la República, con más propiedad, en las zonas
despobladas de nuestra Argentina, para luego ocuparnos de la génesis y de la
evolución de la U.C.R., en el derrotero de la historia y la poesía popular.
Más todavía, hoy la temática ha cambiado.
Ya no se canta al caudillo pero se exaltan otras manifestaciones de la vida
política. Lo hacen también los que, en el exterior del país, están ligados a él
sentimentalmente. Acabo de recibir de mi amiga madrileña Francisca Villalba
Merino la letra del tango de Carlos Cano dedicada a las Madres de Mayo, en
España:
“Todos los jueves del año
a las 11 de la mañana
junto a la plaza de Mayo
con lluvia, frío o calor,
te esperaré vida mía
frente a la Casa Rosada,
la espina de tu mirada
clavada en mi corazón.
Me dicen que no te fuiste, mi bien,
que te desaparecieron
que te vieron en la cuneta
cantando el yiro de Carlos Gardel,
que de pronto te esfumaste,
que te borraron del mapa,
que ni siquiera naciste,
que medio loca mamá te inventó.
Con Malvinas o sin Malvinas
grito tu nombre por las esquinas,
mientras que los Generales
se dan al tango por los portales”…
2. La Argentina finisecular y
el siglo nuevo
Por ese tiempo,
el estado de crisis generó nuevas formas de pensamiento y acción, que habrían
de cristalizarse en el Radicalismo. En 1874, el 12 de octubre, a los 36 años de
edad, asume la presidencia de la República Nicolás Avellaneda, apoyado por
Alsina y con la cuña de los “rumbeadores”, que eran los 10 gobiernos del
interior que auspiciaron su candidatura.
“Rumbeador”, en
la Argentina, indica buen instinto para encontrar el rumbo conveniente;
escribió José Hernández, en “Martín Fierro”:
“Y hasta en
las sombras, de fijo
Que adonde
quiera rumbeo”.
Fortalece así
una línea histórica, con ingredientes de Mayo, federalista, nacional, diversa
de la corriente extranjerizante representada
por el mitrismo, que fortaleció el fraude y que inauguró la compra de
votos en la Argentina.
Hay que señalar
la presencia de Adolfo Alsina en el escenario, porque pertenece al tronco
federal y es de hechura populista, proclive a las libertades electorales y que
deja su impronta en el joven Alem.
No pocas veces
el predicamento de estos caudillos se refleja en la poesía, en las letras o
letrillas populares, expresadas por cantores guitarreros, en los suburbios de
Buenos Aires, allí donde el paisano dejó el caballo y un poco de pilchaje, pero
nunca la guitarra. De algún modo esto fue la transformación del payador en
milonguero, es decir ´tocador de milongas´:
“Me juego
pellejo y nombre
por el amor de
mi china.
Me juego
pellejo y nombre
por el amor de
mi china.
Y en el fondo
hay otro amor,
que se llama
Adolfo Alsina”.
Quiero decir:
como consecuencia de la traslación o emigración de la gente del campo a la
ciudad, arrastraron también estas corrientes de migración interna a los
payadores. Estos sufrieron una transformación en la ciudad; algunos siguieron
con la payada y otros pocos evolucionaron hacia la milonga y tanto las payadas
como las milongas cantaron a los caudillos urbanos:
“Tiempo de
yunque de Alsina,
del coraje y
del cuchillo
que se
mostraron con brillo.
¡Gesta brava y
Argentina!”
Porque si bien
el paisano dejó el pingo en las afueras y entró de a pie, y a poco andar mudó
un poco el pilchaje, no abandonó el cuchillo, que todavía podía servirle para
alguna faena, el duelo o el entrevero. Pues, asimismo, la democracia política
se fue forjando en los entreveros electorales:
“Histórica
Balvanera,
de luchas
electorales;
los atrios de
sus iglesias
vieron
batallas campales”.
Se ha dicho que
las energías de Alsina sólo pudieron extinguirse con la muerte. Sin embargo,
estos caudillos, como los rayos del sol, pueden morir y volver a levantarse, en
el tiempo, cuando otros toman sus banderas. Alsina es el autonomista, el
federalista, pero el autonomismo no fue una corriente local de la provincia de
Buenos Aires solamente, pues se extendió al país.
Años después, el gobierno de Juárez Celman se
entrega al despilfarro alborotador, al abandono de las pocas expresiones de
virtudes republicanas subsistentes; fomenta la especulación, el juego, la
empleomanía, el gasto ostentoso, y disuelve los basamentos de una vida digna,
austera y decorosa. Elimina los restos de “autonomías” provinciales. Abusa del
poder, como sus predecesores Mitre, Sarmiento y Roca. Y así y todo, no es tan
repudiado como Mitre por algunos sectores populares. Los puros y sanos de la
política finisecular argentina son Alem, Yrigoyen, de la Torre y otros, que
acompañaron la gesta cívica. Pero Juárez Celman, además, fomenta la adulonería
y el servilismo, impone candidaturas, somete a gobernadores y, en síntesis, da
renovadas pruebas de un tipo de comportamiento político argentino. Había
escrito Hernández:
“De los males
que sufrimos
hablan mucho
los puebleros,
pero hacen
como el tero
para esconder
sus niditos:
en un lao
pegan los gritos
y en otros
tienen los güevos.
Y se hacen los
que no aciertan
a dar con la
coyuntura
mientras al
gaucho lo apura
con rigor la
autoridá,
ellos a la
enfermedá
le están
errando la cura”.
Había de ser la
U.C.R. la corriente política iniciadora de la restauración de la República.
Habría de nacer intransigente, frente al unicato, que se transformó en uñicato,
con el humor popular y en sentido figurado.
Con el país en
quiebra económica y moral, crece la oposición y el 13 de abril de 1890 se
realiza en el Frontón Buenos Aires un acto con gran multitud, en el que se
declara el movimiento de un nuevo partido político, la Unión Cívica, bajo la
presidencia de Alem (tiempo después la tanguidad incipiente no habría de
olvidar este nombre, Unión Cívica, título de un tango).
Se agita en el
aire la certeza de un levantamiento armado. No estaban preparadas todavía las
boinas blancas, pero más adelante los versos y cantos de José Luis Bettinotti
captan los momentos previos a la Revolución, las intenciones de la Unión Cívica
y el predicamento de su jefe indiscutido:
“Restalle en
el diapasón
de todo
criollo instrumento
el preludio
que es lamento
y es blasfemia
y es canción;
reviente del
corazón
a un tiempo el
odio y el bien
en confundido
vaivén
vibre en
bélica elegía
el verso de
Echeverría
y el rayo de
Leandro Alem”.
El movimiento se
inicia el 26 de julio, con la ocupación del Parque de Artillería por fuerzas cívico-militares.
El frío de la mañana sobre las cabezas descubiertas de los civiles comandados
por Alem, hace que se adquirieran gran cantidad de boinas blancas en un local
comercial ubicado en las cercanías del Parque; según otra versión el local
comercial habría sido asaltado por los revolucionarios. Esos versos del payador
Bettinotti fueron incorporados a un arreglo musical, como milonga, con el
título “Boina Blanca”, por Sebastián Piana, y adaptados a esta estructura
musical por Homero Manzi este último fundador de FORJA (Fuerza de Orientación
Radical de la Joven Argentina), en 1935. La divisa que distingue al movimiento
revolucionario es tricolor: blanco, verde y rosa.
Una intensa lucha de tres días precede a la rendición
de los rebeldes. Fracasó la revolución, en el hecho armado, pero triunfó al fin
de provocar la renuncia de Juárez Celman a comienzos de agosto. El senador
Pizarro dijo en el Senado Nacional:
“La Revolución
está vencida, pero el gobierno está
muerto".
El 6 de agosto
de 1890 asume el vice-presidente Carlos Pellegrini, el motejado “piloto de
tormentas”. En 1891 la Unión Cívica proclama la fórmula Mitre-Bernardo de
Irigoyen, no sin antes haber señalado Hipólito Yrigoyen que las candidaturas es
cuestión de todo el país y no de un grupo. Empero, Mitre, Roca y Pellegrini
acuerdan remplazar a don Bernardo por José Evaristo Uriburu, lo que provoca la
división del partido Unión Cívica: en la Unión Cívica Nacional se juntan los
pellegrinistas, roquistas y mitristas; y en la U.C.R. los enemigos del
contubernio, que postulan la fórmula Bernardo de Irigoyen-Juan M. Garro. De tal
suerte se va formando el caudal ético e ideológico del partido secular. El
raigón estaba echado. La Unión Cívica Radical nace el 26 de junio de 1891, y el
14 de agosto de 1891 se constituye el primer Comité de la U.C.R. de la
provincia de Buenos Aires, presidido por Hipólito Yrigoyen. Su Carta Orgánica
prescribió:
“Exclusión de
todo acuerdo o transacción que
pueda impedir
en el presente o en el futuro
la íntegra
aplicación de los principios que
forman el
programa”.
Pero la fórmula
de la Unión Cívica Nacional se disuelve y Pellegrini funda una fuerza política
a la que se llamó “modernista y propone la fórmula Luis Sáens Peña y José
Evaristo Uriburu. Se declara el estado de sitio y Alem, Bernardo de Irigoyen y
otros son encarcelados, luego de haber recorrido el país y recibido el apoyo de
vastos contingentes de ciudadanos. En abril de 1892 triunfa el oficialismo,
pero las resonancias del canto popular alcanzaban hasta los ámbitos recónditos
de la gran ciudad, exaltándolo a Alem. José Luis Bettinotti tendría el recuerdo
de muchacho de estos momentos y al consagrarse payador solo con 20 abriles
cantó para siempre:
“Quizás el
pueblo, mañana,
por un agradecimiento,
te levante un
monumento
en prueba de
gratitud;
que si esto
(así) sucediera,
para cualquier
argentino
será el
ejemplo prístino
de democracia
y virtud”.
Es claro que a
poco andar el partido ya había nacido como radical, intransigente, federalista,
nacionalista y democrático. Son los rasgos fundacionales.
17 de noviembre
de 1892. La Convención Nacional de la U.C.R. aprueba su Carta Orgánica y el
nombre del Partido: UNION CIVICA RADICAL. El espíritu revolucionario recorre
todos los rincones. El gobierno afronta varias crisis, una de ellas se
relaciona con el gabinete. Los cívico-radicales reafirman la conveniencia de un
comicio libre. Otra vez los versos milongueros alcanzan a los oídos de los
ciudadanos:
“Corra pues el
pueblo entero
a la nueva
evolución,
en la tribuna
la acción,
la urna y el
entrevero”.
Leandro
interviene en la preparación de un movimiento revolucionario que debió estallar
en 1892, pero se abortó. Pero el 30 de julio de 1893 tiene lugar la revolución
civil armada bajo la dirección de Hipólito. Es la revolución de la U.C.R. de la
provincia de Buenos Aires, para más señas, que detona en 80 de los 82 partidos
de esta provincia y que
“se ajustará a
la nobleza de sus propósitos…
Antes de
conseguir el triunfo por otros senderos
que los que
señalan sus principios, preferirá
caer vencida al amparo de la virtud,
del patriotismo
y del honor”.
Gobierna el Régimen. Al comenzar el año 1896 muere Aristóbulo del Valle. El 1° de julio muere Alem. Se quita la vida al salir de su casa, dentro de un carruaje y cae en manos de sus amigos. Debe suponerse que hacía un mes había postergado su decisión fatal, pues el mes aparece corregido en una de las cartas que deja. La misiva a su hijo Leandro desgarra el corazón:
“Sigue mi
ejemplo, pues, y recuerda siempre mis ac-
tos. Será el
mejor homenaje que puedas rendir a
mi memoria. Te
bendigo y te doy un beso en la fre-
te para que te
conserves puro. Esa es tu herencia…”
Y, en el
testamento político, el mensaje para la posteridad partidaria:
“Pertenece (La
Unión Cívica Radical) principalmente
a las nuevas
generaciones. Ellos le dieron origen
y ellos sabrán
consumar la obra. ¡Deben consumarla!”.
Alem, más que
política hizo docencia cívica e historia. Lo había cantado también el payador
radical:
“Al ilustre
ciudadano
de preclaro
patriotismo
que,
consagrado al civismo,
supo luchar
por el bien.
Y que dejó
vinculado
su nombre en
honrosa historia
es digno de la
memoria
el doctor
Leandro Alem”.
Mientras tanto,
Hipólito, el oculto, el silencioso, piensa en la nueva revolución. El
radicalismo pasa al abstencionismo revolucionario. Sigue el gobierno del
régimen. Pero sus poetas no le cantan nada. Desde los gobiernos provinciales de
los rumbeadores nunca cantaron, ni lo “cultos” de la generación del 80. Escribieron
poemas “cultistas”, se engancharon al oficialismo y pasaron a formar parte del
coloniaje pedagógico. Así, en nuestro tiempo de estudiantes nos enseñaron las
poesías de los poetas del Régimen que habían votado la ley negra de residencia. (1)
Yrigoyen
continúa preparando la revolución, que se produce el 4 de febrero de 1905,
sofocada por el gobierno. En 1904 había asumido la presidencia de la Nación
Manuel Quintana. El país se va llenando de radicales. El sentimiento popular
era reflejado por los payadores de la época, todos radicales, radicales de Alem
y de Yrigoyen luego de la muerte de aquél: Gabino Ezeiza, Higinio Cazón, Pablo
Vazquez y muchos otros.
El general Roca,
cuando la revolución, se había escapado de Córdoba a Santiago del Estero, por
temor a que lo apresaran los insurgentes, pues consideraba que ello sería
desdoroso para la investidura de un general de la Nación. Entonces, una revista
había publicado la siguiente letrilla:
“Pero no
pensemos mal.
El hombre huyó
velozmente,
más no como ex
presidente,
sino como
General…”.
Distinto es el motivo del ocultamiento de
Yrigoyen. Primero lo hace para liquidar sus bienes y pagar los gastos de la
revolución y devolver las sumas confiscadas en Mendoza y Córdoba y recién luego
se presenta ante la justicia federal. Pero hasta ese momento la policía lo
buscaba intensamente y
no se había movido de Buenos Aires. Una revista caricaturiza al Jefe de
Policía, que aparece buscando como Diógenes, con un farol, a “un hombre” y el
poeta popular escribe:
“¡Con gran
empeño verle pretendía
la Policía un
día y otro día;
y del modo más
triste ha fracasado,
pues al fin y
a la postre ha resultado
que no lo
puede ver la Policía!”.
Yrigoyen había
hecho la revolución con su plata. No recibió subsidios, menos de la
extranjería. Parte de la dignidad radical. Alem había sentenciado:
“Con
patriotismo se puede salir con la frente alti-
va, con la estimación de los conciudadanos,
con la
conciencia
pura, limpia y tranquila, pero también
con los
bolsillos livianos”.
Yrigoyen se
empobreció con esta revolución. Además fue echado de las cátedras que tenía
desde hacía 25 años. Pero cumplía el legado de Alem, como en el mensaje del
payador Ambrosio Río:
“Batallen
nuestras ideas
Tan firmes
como la roca;
Es el legado
de Alem
Que a la lucha
nos convoca”.
O bien, como
Gabino Ezeiza:
“Aquí está la
muchedumbre,
lo ve, lo
siente, lo escucha,
siempre con su
eterna lucha,
siempre en su
clara visión.
Vino, tronó su
palabra,
muerto nos
dejó su idea,
Alem: que tu
nombre sea
el que salve a
la Nación”.
Con
intransigencia. Bien se ha dicho que el canto es la expresión de los
movimientos que nacen y tienen arraigo en el pueblo. “Cielito de mi Bandera”,
de Prudencio el Gaucho, decía:
“Sin mixturas
yo he nacido
radical
intransigente
y por radical
reclamo:
¡Fidelidad de mi gente!”
Bettinotti había
captado el pensamiento revolucionario bastante antes:
“porque por
cualquier camino
que iniciemos
el destino
de nuestra
hermosa Nación,
es honrar la
tradición
de un gran
caudillo argentino”.
¡Sí! Alem
sostuvo:
“La revolución
es un recurso extremo y un derecho
supremo de los
pueblos”.
Bettinotti se
refería con su verseada, indistintamente, tanto al camino eleccionario como a
la revolución:
“Corra pues el
pueblo entero
a la nueva
evolución,
en la tribuna,
en la acción,
la urna y el
entrevero”.
No es superfluo
señalar una vez más que los payadores y cantores, como los poetas populares,
eran componentes emocionales y sentimentales de la gesta. Lo habían sido desde
el origen de la Nación. Igual que Bettinotti, Prudencio El Gaucho evocaba las
revoluciones radicales:
“No me cambie
el ciudadano,
que el
radicalismo sienta,
por esa enseña
famosa
que tremoló en
el 90.
En Santa Fe y
en Rosario,
el año 93,
Candioti me
hizo triunfante
y me hizo
gloriosa Alem”.
Meses antes de
la revolución del 5, el 29 de julio de 1904, nacía Ricardo Balbín y fue como lo
escribió Pedro B. Palacios, a quien él admiró y leyó permanentemente:
“Nací, como
quien dice, otro modelo,
otra pauta,
otras vías, otro polo;
por eso, como
el sol, sin estar solo,
solo me figuré
sobre mi cielo”. (2)
¿La revolución
del 5 ha fracasado? La Unión Cívica Radical crece con el apoyo del pueblo:
trabajadores, estudiantes, gentes del campo y de la ciudad, mujeres que
comienzan a interesarse por los sucesos y a desplegar un sentimiento
argentinista y radical, lo cual no es de extrañar porque al iniciarse el siglo
la mujer comienza a realizar tareas en las fábricas y algunas de ellas se
destacaron como dirigentes gremiales o como cabeza de movimientos espontáneos
–como durante las “huelgas de inquilinos”, en las acciones en que debieron
defenderse de la milicada con palos y escobas, dada la constante represión
gubernamental. Algunas coplas irradian esta presencia de la mujer y, alguna de
ellas, aunque procazmente, pretende sugerir la fortaleza o el carácter cuasi
autoritario:
“Todas las
mujeres tienen,
debajo del
delantal,
un sargento
bigotudo
del Partido
Radical”.
Es que en la
gesta argentinista, la presencia, por ejemplo, de Juana Azurduy nos hace pensar
que junto al necesario arrojo del hombre argentino estuvieron nuestras mujeres.
“Sacúdete el polvo que Dios quiere probarse de nuevo”, es el título de un libro
de Raúl Touceda, donde leemos: “Así como hay hembras que se precian por su
belleza, su sensualidad o su inteligencia, y abren salones o lucen en gineceos
reales, las nuestras llevan ´cojones´ y mejor se las distingue por el carácter”.
Pero cada mujer argentina se hace canción cuando se trata de los sentimientos
que nacen de la amistad, la familia o el ideal. En aquel tiempo paría hijos
radicales. Los radicales lo eran de nacimiento o de cuna, como se dice usualmente:
“Radical he
nacido
y radical he
de ser”, decía la canción.
El Radicalismo
continúa con su actitud abstencionista y revolucionaria, lo que genera la
reforma electoral con la que el pueblo llega al gobierno y su representante es
Yrigoyen. Es el voto secreto, libre y obligatorio:
3. Y, en el nuevo tiempo…
“En el cuarto
oscuro, vidalita,
no manda el
patrón;
cada
ciudadano, vidalitá,
tiene su
opinión”.
Fue el 2 de
abril de 1916. Yrigoyen asume el 12 de octubre de ese mismo año. Ese mismo día muere el payador
radical Gabino Ezeiza. En el año 1915 había muerto otro gran payador radical,
José Luis Bettinotti. Toda esa gente, como cantores y milongueros –que eran los
tocadores de milonga- o los payasos como Frank Brown, que amenizan las jornadas
en los campamentos revolucionarios radicales, alentaban –de un modo u otro- a
quienes jugaban su vida por la causa de la libertad.
El gobierno de
Yrigoyen realiza una extraordinaria política social y cumple con el mandato de
la historia. Se agranda el país. Se fortalece la línea de Mayo y radical. Es un
gobierno reparador. Afianza lo nacional, las corrientes genuinas de la
historia, extrañas a la dependencia y al colonialismo político, económico
cultural y pedagógico. (3)
Se repite el
gobierno con Alvear (4) y nuevas elecciones nacionales en 1928. El cancionero proselitista informaba:
“Yrigoyen presidente
la Argentina
te reclama
y el pueblo
entero te llama
y no te puedes
negar;
él necesita tu
apoyo,
viejo raigón
de quebracho,
plantado
siempre a lo macho
en el campo
nacional”.
Poco antes,
Modesto Papavero había escrito la letra y la música del tango “¡Legisamo
Solo!”, grabado por Gardel. A este tango tan popular se le cambió la letra y la
carrera de caballos se convierte en una competencia política y el nombre del
jockey más popular es remplazado por otro conductor en la política:
“Alzan las
cintas, salen los pingos
del veintiocho
la presidencial…”
a un lado
Melo, alias ´Barolo´,
que ya anda
´colo´
por ver de
triunfar”.
Y, asimismo:
“Yrigoyen solo!
Grita el obrero
y el agricultor”.
Como lo recuerda
Luna: “Sí. Yrigoyen avanzaba solo. Nadie se le podía oponer. Era una entelequia
formidable, una fuerza elemental, una potencia desplazándose hacia el futuro
por millones de voluntades. ¡Yrigoyen solo!” no más. Así que, después del comicio parecen otras
canciones:
“Melo:
Dame un
pañuelo
para llorar…”. (5)
Y a poco andar
el Régimen se toma el desquite y se produce el golpe petrolero del 6 de
septiembre de 1930, la reivindicación del fraude, la violencia y la entrega de
la nación. Uriburu inaugura la sanción secreta, la pena de muerte, los
cementerios N.N. y la teoría de la seguridad nacional. Ante el fraude de la década
infame, de los gobiernos de la vacunocracia y el estatuto del coloniaje, hay
grupo de radicales que intentan la revolución. Se producen varios
levantamientos.
o flor, o envite seguro”.
así a cascadas,
“Batile a ña Regina d´Alvear con su briyo
si ella no sufre igual que madre e conventiyo…”
“… y el mesmo presidente de la Argentina, a veces,
envidia al atorrante que no come hace meses…”
“… Semos hermanos, viejo, lo dijo Cristo el rana;
y no hay vueltas que darle a la milonga humana…”