por el doctor Eduardo Giorlandini
Han variado las circunstancias, especialmente la cultura, los comportamientos, los sistemas de valores, los usos y abusos y seguramente, la falta de respeto y el atropello a la razón -fichando con la guita de Discepolín-, empujaron la transformación semántica.
El escorzo académico
Observado el vocablo desde Madrid, donde está la sede de la "Real Academia Española", es relacionado solo con Uruguay y la Argentina, de un modo genérico, con una significación que no nos es muy familiar. Martín Alonso anota que patotero es, en estos países, el joven callejero, farrista, bravucón y perdonavidas. Es el integrante de una patota, 'pandilla de jóvenes desocupados que por antipatía o simple pasatiempo asaltan a determinadas personas burlándose de ellas o infiriéndoles daño'.
Luego de veinte años de aquel concepto el diccionario de la citada corporación, extiende su uso -además de los países mencionados- a Paraguay y Perú. Y, como invariablemente continúa arraigada la actitud de atribuirle los males a los jóvenes, puntualiza que patotero deriva de patota, 'grupo, normalmente integrado por jóvenes, que suele darse a provocaciones, desmanes y abusos en lugares públicos'.
Otra cosa es el lunfardo
Tratándose de aclaraciones, cuando necesitamos la precisa, tenemos que recurrir al inevitable Maestro José Gobello. Y, por supuesto que es gratísimo encontrarnos con él y con las fuentes que crea con sus insuperables investigaciones, que además arrastran permanentes recuerdos de antigua amistad y múltiples reconocimientos.
Anota, en su Nuevo diccionario lunfardo:
"PATOTA. Leng. gen. Conjunto de personas reunidas con algún fin ("yo también ando buscando con quien hacer patota, y conforme 'ncuentre me ligo...' (Alvarez, Cuentos..., 79).//Pandilla de jóvenes alborotadores y pendencieros, en un principio pertenecientes a las clases más adineradas, amigos de cometer desmanes y agredir a los ciudadanos pacíficos por pura diversión (la patota es un producto de nuestro medio social y de creación que, podríamos decir reciente, aunque pudiera tal vez considerarse como una resurrección de aquellas famosas indiadas de ingrato recuerdo..." Gómez, La mala..., p. 209). Por alusión a los patos que remontan vuelo en bandada. Patotero: miembro de una patota".
Las obras citadas son Cuentos de Fray Mocho, de José S. Alvarez, y La mala vida en Buenos Aires, del tratadista de derecho penal Eusebio Gómez.
Peregrinación a otras fuentes
Emilio Dis intensifica la acción de la patota, al identificarla también como 'gavilla' o 'banda'; Fernando Hugo Casullo, luego de sindicarla como 'pandilla' suaviza su comportamiento al señalar que su fin es 'burlarse del prójimo', entre otras significaciones y referencias.
Federico Cammarota señala: 'grupo belicoso de muchachos farristas', siendo el patotero 'bullanguero'. Más severos en los juicios son Raúl T. Escobar y Juan C. Guarnieri: el primero habla de un "enajenado accionar" y el segundo anatematiza:
"PATOTA.f. Grupo de individuos que ataca a sus víctimas en montón y en superioridad numérica, golpeándolas cobardemente o escarneciéndolas si son mujeres. La patota criminal es el mayor estigma social de la sociedad rioplatense. Los precedieron los 'cuadrilleros', que peleaban en 'cuadrilla' y los 'biabistas' genoveses del viejo Buenos Aires".
Así, caen en la volteada nuestros queridos compaesani, aunque la antropología demuestra que el fenómeno es común a toda la humanidad. Igualmente, la psicología animal y comparada muestra que se da entre animales, como por ejemplo, los perros.
Juan C. Andrade y Horacio San Martín agregan otro dato y consignan que los patoteros a veces están armados, buscando pendencia, típica de principios de siglo. Y, para terminar, y no abrumar con referencias y rematar este asunto serio con algo de humor, Minguito, que publicó Pa' Entenderme Mejor (Buscabulario Porteño), anotó con vinculación a la patota: "Barra que se rejunta p'algo violento. Especialmente p'apretar a alguno o sea patotiar, niaunque fuera pa divertirse aprovechando que son muchos y l'otro está solo. Patotero es el que anda en patota o que patotea a otro".
De todo ello podríamos derivar numerosas conclusiones. Empero, creo que es oportuno asumir que el fenómeno presenta diversas características, variando de acuerdo al tiempo y al lugar, advirtiendo que hoy día puede generar, en ocasiones, daños graves a las personas, o a la misma sociedad organizada al haberse enraizado en ámbitos políticos.
El patotero de los tangos
Los letristas incorporaron al hecho sociológico y testimoniaron la presencia del patotero en nuestra historia ciudadana, de un modo natural, descriptivo, gráfico, y colorido, según los personajes reales y conforme nuestras propias circunstancias. En casos, conforme ciertos perfiles.
En "Patotero Sentimental", con música de Manuel Jovés y letra de Manuel Romero, el personaje solamente tiene inserción en determinado ambiente y es el "rey del bailongo" y es el "rey del cabaret":
I
"Patotero, rey del bailongo,
Patotero sentimental.
Escondés bajo tu risa
Muchas ganas de llorar.
Ya los años van pasando
Y en mi pecho no entró un querer.
En mi vida, tuve muchas, muchas minas
Pero nunca una mujer.
II
Cuando tengo dos copas de más
De mi pecho comienza a surgir
El recuerdo de aquella fiel mujer
Que me quiso de verdad
Y yo ingrato abandoné.
De su amor me burlé sin mirar
Que pudiera sentirlo después,
Sin pensar que los años al correr
Iban crueles a amargar
A este rey del cabaret.
I (bis)
Pobrecita, cómo lloraba,
Cuando ciego la eché a rodar,
La patota me miraba
Y no es de hombre el aflojar.
Patotero, rey del bailongo,
De ella siempre te acordarás,
Hoy reís, pero tu risa
Solo es ganas de llorar".
Como se ve, no tiene rasgos de peligrosidad. Es sentimental y tristón, por haber abandonado a la mujer que lo amó de verdad, a diferencia de las minas, limitadas al amor sexual y profesional, si se trata del cabaret.
Las patotas bravas de aquel 1902, que dibujó con maestría Celedonio Esteban Flores, "El Negro Cele", en la letra de "Corrientes y Esmeralda", no lo habrán sido de tanta bravía si "un cajetilla los calzó de cross", aunque el cajetilla haya sido Jorge Newbery, que por aquel tiempo sobresalía en el boxeo y tenía 27 años.
Deberíamos, además, rastrear al patotero en la figura del farrista o del garufero, aunque la farra o la garufa no siempre albergaron patotas o patoteros.
En el tango "Una Noche de Garufa", de Eduardo Arolas, se induce a pensar en la cercanía o, más, identidad entre el garufero y el patotero, cuando en la portada de la partitura antigua aparecen empatotados unos cuantos juerguistas y uno de ellos se abraza al antiguo farol, instalado en la vereda, casi en el cordón y próximo a la ventana cerrada de una vivienda. El farol está prendido, como corresponde a una circunstancia nochera, a una noche de garufa.
Juan A. Caruso, autor de la letra de "La Ultima Copa", musicado por Francisco Canaro, pinta un personaje componente de un grupo de amigos y farristas: "Es la última farra de mi vida / de mi vida muchachos que se va".
En apoyo de este nexo entre el farrista y el patotero, quiero citar de La poesía dialectal porteña, de Alvaro Yunque, un párrafo sobre Linyera: "Como Dante A. Linyera tiene preocupaciones de justicia social, para él todo no es escabio y minas, todo farra y castañazos".
Las patotas contemporáneas
Nadie como Tomás García Giménez describió las patotas de nuestro tiempo, en un poema publicado por "Prensa Subterránea", en 1987:
"El hombre solo ya no vale nada:
Unicamente valen las patotas,
Que por el miedo o por la tolerancia
Se han adueñado de la vida toda".
El mensaje y la protesta, en forma de poesía, difundido por dicho órgano de prensa escrita, dirigido por José Gobello, tienen alcance social y político, al denunciar el patoterismo en esos orbes.
Las barras parecían ser los grupos pacíficos: la de la esquina, la del café o el boliche. Y así era, hasta que hubo que agregarle un aditamento a la palabra para significar otra cosa y de tal modo aparecieron las barras bravas, en la ciudad, como un figura nueva asociada a la patota. Arman grescas, atacan a pasajeros, cometen vandalismo y agresiones en el fútbol o roban. El patotero de hoy se alejó de aquel del tango, farrista y divertido, y con poca capacidad para dañar a otro.
El fenómeno merece una consideración estructural, donde la economía y la injusticia social también meten la cuchara. Numerosos estudios informan sobre esto. Uno de ellos pertenece a Mapacha Noguerol, Patotas y barras bravas en la ciudad. Aquí se señala, entre otras cosas, el conjunto de factores en nexo a las barras bravas y las patotas. La sociedad actual ha ido creando mayores dosis de violencia en el alma de la gente. La educación no ayudó a achicar el machismo argentino. El crecimiento demográfico y, en forma más amplia, los efectos de la explosión urbana, hicieron desaparecer del escenario al patotero del tango, inofensivo y pintoresco.
Guillermo Cabanellas, en su Diccionario Enciclopédico de Derecho Usual, señala que la patota es un vocablo sudamericano, equivalente a pandilla o banda de muchachones por lo general, que en horas de ocio, o por vagos profesionales, se dedican a provocar a inofensivos o casuales transeúntes, a insultar a las parejas e incluso a abusar de las mujeres, en establecido turno para las violaciones. Por lo que anota Cabanellas, Garzón se ocupó del tema en 1910 y Lisandro Segovia en 1911, coincidentes ambos en caracterizarla como cuadrilla callejera que molesta y asalta a los transeúntes, para hacerles daño por odio o antipatía o por entretenimiento y diversión. El patotero es un inadaptado social y un sujeto peligroso que exige rigor preventivo y, más, severidad represiva, sin falsa piedad, pues con el hábito y el machismo acaba en verdadero monstruo.
Fuente: http://www.terapiatanguera.com.ar/
No hay comentarios:
Publicar un comentario